¿Lo que se lee es verdadero, verdaderamente sucedió o se dijo eso?

Ya determinamos en el post anterior que la transmisión correcta de los escritos originales del Nuevo Testamento está más que probada por las pruebas historiográficas. En este punto seguiremos avanzando en demostrar la fiabilidad de las Escrituras contestando la pregunta del título: ¿Lo que se lee es verdadero, verdaderamente sucedió o se dijo eso?, porque de nada nos serviría estar ante un texto que no varió pero que no es verdadero. Para eso vamos a poner la historia que figura en el Nuevo Testamento en el banquillo del acusado y a presentar defensa a su veracidad. Nuestros argumentos serán los siguientes:

Testigos oculares

Los escritores del NT escribieron siendo testigos oculares o tomaron nota de testigos oculares. Mateo y Juan fueron testigos presenciales de la vida y obra de Jesús, Marcos fue el escriba de los relatos de Pedro, por eso lo consideramos testigo ocular. En el caso de Lucas, él mismo no fue testigo directo, pero:

Muchos ya han intentado contar la historia de los eventos que se cumplieron entre nosotros. Escribieron lo que aprendimos de aquellos que desde el principio vieron lo que sucedió y servían a Dios anunciando a otros su mensaje. 

Yo mismo, excelentísimo Teófilo, he investigado todo cuidadosamente de principio a fin, y decidí escribírtelo en orden para que tengas la certeza de que lo que te han enseñado es verdad.

Lucas 1:1-4 PDT

Vemos que Lucas fue un cuidadoso investigador y recurrió a testigos oculares para escribir la historia.

Podemos coincidir que, a veces, los testigos pueden no ser cien por ciento confiables, pero tenemos el relato del Evangelio visto desde cuatro perspectivas diferentes y todas coinciden en los hechos.

Después de morir, Jesús se les apareció a los apóstoles y pasó cuarenta días con ellos, dándoles muchas pruebas de que estaba vivo y hablándoles del reino de Dios.

Hechos 1:3

Les escribimos acerca de lo que siempre ha existido. Lo hemos oído, lo hemos visto con nuestros propios ojos, lo hemos observado y lo hemos tocado con nuestras propias manos. Hablamos de Aquel que es la Palabra que da vida.

1 Juan 1:1 PDT

No les estábamos contando ningún cuento cuando les dijimos que nuestro Señor Jesucristo vendrá y revelará su poder, porque nosotros ya vimos la grandeza de Jesús con nuestros propios ojos.

2 Pedro 1:16 PDT

Lucas dice que son muchos los testigos de la resurrección, que pasaron con Él cuarenta días luego de la resurrección y Pablo lo refuerza diciendo que se apareció a quinientos y, en ese momento, algunos todavía vivían para confirmar sus palabras.

Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.

1 Corintios 15:3-8

Si estuviéramos antes un jurado humano, en cualquier corte, por la cantidad de testigos afirmando lo mismo, tendríamos que dar como validada la veracidad de las Escrituras.

Testigos oculares hostiles

Otra de las cosas que podemos argumentar es que los cristianos defendían esas verdades ante un público hostil, que también había sido testigo, pero no había tomado parte por Cristo. Esos testigos antagonistas nunca contradijeron las palabras de los defensores de la fe, no es que no hubieran visto lo mismo, sino que no querían aceptar que Jesús era el Mesías.

Israelitas, escuchen estas palabras: Dios aprobó a Jesús de Nazaret y lo demostró ante ustedes con las obras poderosas, las maravillas y las señales milagrosas que hizo a través de él. Ustedes bien saben que es verdad porque lo vieron.

Hechos 2:22 PDT

Los allí presentes no solo no argumentaron en contra, sino que muchos tuvieron su segunda oportunidad y se convirtieron. Y una imagen similar tenemos en el pórtico de Salomón, luego de sanar al paralítico, Pedro vuelve a hablar a una multitud que vio a Jesús e incluso consintió su muerte.

Mientras Pablo decía esto en su defensa, Festo dijo con voz fuerte: —¡Estás loco, Pablo! Te volviste loco de tanto estudiar. Pablo le respondió: —No estoy loco, excelentísimo Festo. Lo que estoy diciendo es verdad y es razonable. El rey sabe de esto y por eso me atrevo a hablar con toda libertad. Sé que nada de esto ha pasado desapercibido para él porque todo esto sucedió a la vista de todo el mundo.

Hechos 26:24-26

Estando en la corte, Pablo le dice a Festo que él sabe que es verdad, los comentarios le llegaron, son demasiados los que lo han visto. Festo no alega no saber nada acerca del asunto.

Si los que ellos decían no fuera verdad sería fácilmente refutado. Incluso en la divulgación del Evangelio entre los judíos, no vemos que nadie argumentara en contra que Jesús no había existido, sino que no era el Mesías prometido, simplemente porque no entraba en el modelo de libertador nacional que ellos habían concebido.

Si tenemos testigos hostiles que no pueden negar la veracidad de los hechos, declaramos a las Escrituras fidedignas

Testigos que nunca se retractaron

Estos testigos estuvieron dispuestos a morir por defender lo que habían creído, de hecho, once de los doce apóstoles murieron martirizados y aun en los más profundos dolores no negaron la fe. Nos pueden argumentar que mucho mueren por mentiras creyendo que son verdad, como el caso de los fundamentalistas islámicos que se inmolan en nombre de Alá. Pero vemos en ellos una vida completa, no solo un acto de dar la vida, tomemos el ejemplo de Pablo:

¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez

2 Corintios 11:23-27

Con el ejemplo de Pablo podemos ver que no era fácil ser cristiano en ese tiempo en particular. Todos los apóstoles pasaron por cosas similares y no volvieron atrás, ninguno negó la fe ¿Podría Jesús haber engañado a tanta gente? ¿Sería posible que les hubiera hecho creer con mentiras que era el Mesías? Siendo que vivieron con Él, es imposible que así fuera, un personaje ficticio no se puede sostener todo el tiempo, afloraría en algún momento el hombre y ellos hubieran, mínimamente sospechado que era mentira. Sin embargo, no lo hicieron, murieron convencidos de que la verdad que predicaban. Se puede engañan a personas ajenas, pero no a los que se conocen en la intimidad. Ellos fueron testigos de los milagros y sabían que no había trucos. Cualquier acto de ilusionismo hoy, requiere de una multitud de personas para ponerlo en escena, en un ambiente controlado, luz, sonido, etc, deben estar coordinados; en el caso de Jesús, la mayoría de sus milagros fueron al aire libre, con gente viendo desde todos los ángulos, sin posibilidad de trucos. Esto es lo que vieron los primeros cristianos y por lo que estuvieron dispuestos a dar su vida.

Si tenemos tantos testigos que rehúsan rectificar su testimonio aun bajo tortura, podemos decir que el testimonio de las Escrituras acerca de Cristo es verdadero

Testigos de la resurrección

Cuando Jesús fue apresado, sus discípulos se dispersaron, tuvieron miedo, se escondieron, Pedro llegó a negarle. Le conocían perfectamente, pero ante la muerte se amedrentaron. Cincuenta días después vemos a estos mismos hombres y mujeres predicando abiertamente en las calles de Jerusalén ¿Qué sucedió en el medio? LA RESURRECIÓN. Los discípulos sabían y confiaban en el amor del Maestro, en que Él proveía, sanaba, consolaba, guiaba, etc; pero en la resurrección tenemos lo último que quedaba por vender, la muerte, vencido el temor a la muerte, fueron invencibles, adquirieron una revelación que los fortaleció y desarraigó el último de los temores. Fueron testigos de los milagros, como vimos en el punto anterior y se fortalecieron ante la resurrección. Luego de eso, nada más importó.

Si Jesús hubiera sido un tremendo ilusionista, un gran engañador, aún hubiera sido muy difícil que pudiera engañar a quienes vivían con Él, para simular su muerte y resurrección hubiera necesitado aliados, puesta en escena, pero la tortura no fue una falsa, para eso se hubiera necesitado que los religiosos judíos y los soldados romanos estuvieran involucrados en el engaño, ellos lo bajaron de la cruz una vez muerto y dieron el cuerpo a su familia, a sus discípulos, los mismos que años después murieron por Él. Si hubiera sido mentira, ¿en qué los beneficiaba? No obtuvieron ganancias terrenales (al contrario, muchos fueron despojados de sus bienes), no ganaron reputación (fueron perseguidos), no ganaron privilegios (incluso muchos los perdieron). ¿Por qué habrían de sostener una mentira tantos años y sin que ninguno retrocediera aun ante las peores torturas? Esto nos da la pauta que ellos murieron por una causa que creyeron fehacientemente que era verdad, sin ninguna duda.

Si tantos testigos que salen “perjudicados” con su testimonio, no pueden retractarse, entonces es que es verdad.

Son muchos más los argumentos que podemos dar en defensa del Nuevo Testamento, pero no lo haremos por falta de espacio. La próxima semana estaremos hablando de la veracidad del Antiguo Testamento. Te espero para que nos sigamos enriqueciendo juntos en esto de saber dar defensa de aquello que hemos creído.

Estela Ortiz

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