No decimos nada nuevo al citar que en los postreros tiempos a lo malo se llamaría bueno y a lo bueno, malo. Sin dudas estamos ante una gran presión para normalizar aquello que Dios no ve como normal. Hace algún tiempo un sacerdote católico fue denunciado, en España, por predicar, durante la misa que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, la acusación fue “delito de odio”, alegando discriminación contra los homosexuales.
Hoy estamos ante un nuevo paradigma, donde se tiene que aceptar cualquier tipo de conducta, caso contrario se considera que esa persona es intolerante y discriminativa. Las leyes, en general, tienden a avanzar hacia ese lado.
Por eso hoy vamos a resaltar principios bíblicos que nos ayudarán en este tema.
El tema de la sexualidad
Volvamos al principio para encontrar el diseño original, todo lo que tenía vida, tenía la capacidad y la obligación de reproducirse, no era opcional, todo tenía semilla, todo tenía capacidad reproductiva. El hombre no escapaba de este mandato, al contrario.
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Génesis 1:28
Vemos que, de los cinco verbos en imperativo en este pasaje, tres están relacionados directamente a la reproducción y, por ende, a la sexualidad. Den fruto, o sea que no queden sin descendencia, que ese fruto sea abundante (multiplíquense) y que esa multiplicación sea tan abundante que se llene la tierra. No habla de un fruto escaso, habla de un fruto tan abundante que le de capacidad de dominio. En la sexualidad humana, lo importante es la preservación de la especie, no el disfrute, lo cual constituye un bonus.
Vamos explicarlo de esta manera, comer es imprescindible para el sustento del cuerpo, el ser humano necesita si o si comer, el sentido del gusto hace que la experiencia alimenticia sea disfrutable. En su sabiduría Dios nos dio el sentido del gusto para poder gozar del comer, de los sabores. El ser humano puede utilizar sabiamente esa experiencia o puede desvirtuarla cayendo en la gula, o sea distorsionando el objetivo principal y volviendo a la alimentación en un problema más que en una solución, obesidad, colesterol elevado, diabetes, etc son ejemplos claros de esta alteración.
Con la sexualidad sucede algo similar, el objetivo es la reproducción y, como un regalo, Dios proveyó de terminaciones nerviosas en áreas específicas que aportan la experiencia placentera, sumado a toda una complicada gama de emociones que se generan por el contacto físico, por sentirse amado, por poder expresar amor. Pero cuando el hombre se enfoca solo en el gozo que recibe y se olvida del mandato que subyace, suceden toda clase de perversiones: infidelidades, fornicación, violaciones, homosexualidad, etc
EL FIN DE LA SEXUALIDAD NO ES EL GOCE EN SÍ, SINO LA REPRODUCCIÓN. EL DISFRUTAR EN UN PLUS REGALADO POR DIOS.
Hijos para Dios
Cuando Dios crea a la pareja humana, busca, a través de ella formar una familia, de la cual Él sería parte.
¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud.
Malaquías 2:15 RVR60
¿No te hizo uno el SEÑOR con tu esposa? En cuerpo y espíritu ustedes son de él. ¿Y qué es lo que él quiere? De esa unión quiere hijos que vivan para Dios. Por eso, guarda tu corazón y permanece fiel a la esposa de tu juventud. NTV
TODO tiene como fin último a Dios mismo, aun la familia que formamos, si bien la disfrutamos, la Biblia es bien clara con respecto a que el propósito de formar una familia es darle descendencia a Él.
El humanismo ha puesto los apetitos del hombre en un lugar de predominio, los ha exacerbado. Esta era es la de la sensualidad en todas sus manifestaciones. Esas ideas fueron permeando todos los ámbitos de la vida e instaurando como verdades, falacias lejanas a la voluntad de Padre. Por ejemplo, que el hombre tiene derecho a manifestar su sexualidad de la manera que te apetezca y que es “dueño de su cuerpo”. El ser humano tiene la responsabilidad de vivir cada aspecto de su vida en función a la voluntad del Padre, no de sus apetitos.
Formar una pareja, una familia, elegir un compañero, vivir la sexualidad, cada una de estas cosas tendrían que tener como fin último, formar una familia para Dios, no para nosotros mismos. No quiere decir que hay que ir a los extremos de que toda manifestación sexual en el matrimonio para engendrar hijos, porque también está escrito:
Sea bendito tu manantial,
Y alégrate con la mujer de tu juventud,
Como cierva amada y graciosa gacela.
Sus caricias te satisfagan en todo tiempo,
Y en su amor recréate siempre. Pro 5:18-19
La relación física de la pareja, basada en el amor, ayuda a la misma a recrearse, a fortalecerse. Es la expresión máxima de la comunicación de los cónyuges, una unión que involucra todo el ser: alma, cuerpo y espíritu. Tan fuerte es la unión que Pablo la usa para ejemplificar a Cristo y su iglesia en Efesios 5.
Volviendo a las deformaciones del original, todo lo que atente contra el fin de Dios de formar descendencia para Él, no es parte del diseño original, o sea es una perversión del mismo en el estricto sentido de la palabra, o sea dado vuelta del diseño primero.
¿Dios discrimina a los homosexuales?
El amor de Dios no discrimina absolutamente a nadie
el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 1Timoteo 2:4
El anhelo del Padre es que todos volvamos a la correcta relación, quiere restaurar la versión original en nosotros. Para eso tenemos la conversión, que en un proceso por el cual nos vamos volviendo de la perversión, hasta alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
No hay reproducción en la homosexualidad, aunque haya métodos artificiales para ello. Es por eso que Dios rechaza esta manifestación de perversión, ya que este ejercicio sexual no cumple con el propósito original, sino que se enfoca en el “placer” del ser humano que tiene esta práctica. Dios sigue amando al hombre o mujer, pero no avala su accionar. Y ese amor debe ser manifestado por los hijos de Dios, de la misma manera que podemos amar a personas con otros pecados, procurando que conozcan a Cristo, ya que el conocimiento de Él es la puerta de entrada a la conversión que les permitirá volver.
En ocasiones, nuestro fariseísmo ha hecho más mal que bien, porque pretendemos imponer manifestaciones externas sin un soporte interno que sea el fundamento para el cambio genuino.
En lo personal creo que no es con argumentos que se lleva a una persona homosexual al conocimiento de Dios, sino a través de la manifestación de Cristo en nuestras vidas. Jesús no echó de su lado a Magdalena, mientras le lavaba los pies con sus lágrimas; tampoco se alejó de la samaritana de mala reputación, sino que buscó establecer un diálogo con ella. Si realmente anhelamos que esa persona conozca a Cristo, seremos el vehículo, sin culpar, sin acusar, confiando que será el espíritu el que, en Su tiempo perfecto, convencerá de pecado y gestará los cambios.
Quiero recordarte lo que dijimos en el primer artículo de esta serie, nuestro objetivo no es tener argumentos para discutir, sino conocer lo que Dios dice sobre estos temas para fortalecer nuestra fe. No queremos “ganar” discusiones, queremos aprender a amar lo que Él ama y esforzarnos en llevarle frutos agradables.
Estela Ortiz