“El intercesor es alguien que interrumpe, no le importa a donde van las cosas, está dispuesto a romper e interrumpir los procesos” Bernardo Afranchino.
Mateo 9:18 en adelante nos cuenta la historia de la mujer que fue sana al tocar el manto de Jesús. En ese diálogo interno que tuvo con ella misma, decide “interrumpir” a Jesús y tocar su manto. Ella sabía que al tocar el manto de Jesús iba a vivir una experiencia de sanidad. ¿Cómo llegó esta mujer a esa conclusión? ¿Fue su idea? ¿Fue una revelación? Ella estaba buscando, y al que busca, encuentra.
Existe una relación directa entre el intercesor y aquello por lo cual intercede.
¿Cuánto vamos a clamar por la nación? Depende de cuánto la amemos. ¿Cuánto vamos a interceder por nuestras casas? Depende cuanto peso tengamos por nuestra casa.
No siempre obtendremos aquello por lo cual oramos, pero nuestro lugar, nuestro papel es interceder más allá de los resultados.
Intercedemos por lo que amamos.
Hay una diferencia entre tener carga por algo y dar la vida por algo. Aquello por lo que estemos dispuestos a dejar la comodidad personal, los planes y agendas que habíamos armado, los recursos que Dios puso en nosotros como tiempo, y dones, aquello por lo que estemos dispuestos a “interrumpir” a Dios, es aquello por lo cual intercedemos.