Dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que nada te hace falta; y no te das cuenta de que eres un desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo.

Apocalipsis 3:17 DHH

La ciudad de Laodicea era un centro financiero, era por lejos la más opulenta del imperio. En el año 61 AD un terremoto la devastó y los pobladores rehusaron recibir ayuda del imperio, volviendo a levantarla con sus propios recursos. También era un centro muy importante de confección de ropa y sus túnicas de finas lanas era reconocidas en todo el imperio. Así mismo se la conocía como un centro de salud, porque allí se elaboraban colirios muy preciados como remedio para la vista.

La iglesia de Laodicea se veía externamente viviendo en abundancia, pero todo lo que para los laodicenses era motivo natural de orgullo eran graves falencias espirituales: eran pobres llenos de dinero, ciegos aunque tenían a mano los mejores remedios para la vista y estaban desnudos viviendo en el centro de la industria textil. Es que una cosa es la apariencia externa y otra muy distinta la realidad espiritual, la condición que Dios ve.

Jesús dijo:

Afortunados los que reconocen su necesidad espiritual, porque el reino de Dios les pertenece.

Mateo 5:3 PDT

La abundancia en que vivían los había hecho olvidar su dependencia. No reconocían su necesidad espiritual. Uno de los mayores peligros de la prosperidad y seguridad naturales, es que dejemos de ir a Dios, que nos sintamos satisfechos.

Lo maravilloso del carácter de nuestro Padre es que, aun dejándole de lado, Él sigue tocando a nuestra puerta y esperando que le demos su lugar. Y no solo eso, sino que a personas sin valor alguno en lo espiritual, si nos volvemos a Él, nos dará un lugar de autoridad, en su mismo trono.

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

Apocalipsis 3:20-21

Es un buen momento para replantearnos si no nos hemos sentido demasiado cómodos hasta el punto de dejar de depender de Él y su infinita gracia.

Y les daré un corazón para que me conozcan, porque yo soy el SEÑOR; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí de todo corazón.

Jeremías 24:7