Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia. Mateo 6:33

porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Romanos 14:17

Las palabras reino y justicia están muy relacionadas. Jesús nos dice que busquemos tanto el reino como la justicia de Dios, mientras que Pablo nos dice que el reino consiste en justicia, paz y gozo. La justicia es algo visible por medio de acciones. Si bien no somos salvos por nuestras obras, hay acciones que evidencian nuestra condición, por eso Santiago se atrevía a decir que podía probar su fe por medio de sus obras. Hay obras de justicia que se relacionan directamente con Dios: obediencia, fe, adoración, humildad, dependencia, etc. Pero hay otras que se relacionan con la gente y lo que hacemos por ella, a esto llamaremos obras de justicia.

Todo lo que hagamos en favor de otros, de su bienestar integral, es hacer justicia. Dar de comer, abrigar, servir, consolar, enseñar, ayudar, empoderar, animar, sanar, alentar… Todo lo que nos haga ser imitadores de Cristo, el cual se despojó a sí mismo, o sea, se desvistió de privilegios para dar su vida por nosotros, eso es justicia.

A veces asociamos el dar con los bienes materiales y eso nos limita grandemente,» no tengo plata ni oro, pero de lo que tengo te doy», dijeron Pedro y Juan, dándole al hombre paralitico algo mucho mayor a lo que pedía, el mendigo esperaba una moneda y recibió la sanidad que le permitió caminar por primera vez en su vida. Ellos ofrecieron lo que tenían, que excedía ampliamente a lo que cualquiera hubiera dado, porque la fuente no eran ellos mismos sino el Padre. Cuando miramos “nuestros recursos”, lo que damos va a ser siempre mucho más escaso que si damos de sus recursos. 

Jesús pudo dar de comer a una multitud con pocos panes y peces, porque la fuente del recurso no era natural sino espiritual, no miró lo que no tenía, sino lo que sí tenía.

Miremos el ejemplo de las iglesias de Macedonia:

Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios;
2Co 8:1 -5

Estas congregaciones tenían dos situaciones extremas, estaban pasando una tribulación grande (y esto lo dice Pablo, que estaba experimentado en situaciones límites) y eran profundamente pobres (o sea indigentes), sin embargo, estos hermanos insistieron en ofrendar para la iglesia en Jerusalén, la cual estaba en pobreza. Tal vez ellos mismos hubieran sido objeto de ayuda, pero no se limitaron por lo que no tenían, sino que rogaron poder dar. Hay dos palabras que nos dicen mucho de ellos, Pablo nos habla de: gozo abundante y generosidad. Ellos no sacaron recursos de sus bolsillos naturales, los sacaron de sus riquezas espirituales y pudieron dar más allá de sus fuerzas. La amargura nos hace mirarnos a nosotros mismos y volvernos egoístas, mientras que el gozo nos permite ver las riquezas que tenemos, que no son visibles con ojos naturales y nos introduce en ámbitos de generosidad.

Dar, ayudar, servir, amar, no depende de lo que tenemos sino de lo que somos, cuando recuperamos la identidad de hijos podemos salir de nosotros mismos y realizar las obras de justicia que manifiestan el Reino y evidencian a una iglesia gloriosa.

Sugerencias

 

  • Hacer una lista de los recursos que tenemos: económicos, emocionales, intelectuales y espirituales. Pensar acerca de cómo poder compartirlos y hacer planes concretos para hacerlo.
  • Evaluar y reconocer los dones que tengamos, orar buscando dirección para usarlos para la edificación del cuerpo de Cristo y bendición de otras personas.
  • Limpiar y ordenar cada habitación de la casa, ver qué cosas no son necesarias, decidir a quiénes darlas.
  • Buscar intereses que movilizan (niños abandonados, ancianos desamparados, gente de la calle, analfabetos, situaciones relacionadas a la salud, discapacitados, víctimas de violencia doméstica, refugiados, etc), ponerse en contacto con alguna organización que cubra esa problemática y comprometerse orando, sirviendo, ofrendando, todo lo que sea posible.
  • Hacer una lista de personas, familias o instituciones que tengan necesidades. Orar por ellos y evaluar si hay algo que pudiera hacer por ellos.

Nunca subestimemos lo pequeño que tengamos, recordemos que cinco panes y dos peces alimentaron una multitud en las manos de Cristo.