Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. Juan 15:5

La idea de permanecer en Jesús es algo muy hablado dentro de la iglesia en general, pero al momento de hablar de hechos tangibles, se nos dificulta decir si estamos o no permaneciendo en Él. El capítulo de Juan 15 nos da cosas muy prácticas para medirnos a nosotros mismos y nuestra permanencia en Cristo.

Lo primero que se nos dice es que el que permanece en Cristo da mucho fruto:

El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto

Es curioso que se hable de dar fruto, ya que el fruto es el que porta la semilla que generará que la especie se multiplique. Y entonces cabe hacernos la pregunta ¿Qué es fruto? Ya que, si sé lo que es fruto, medirlo en mi vida me permitirá saber si estoy permaneciendo en Él o no. Fruto es todo aquello que nace de nosotros y sirve para alimentar a otros y llevar la semilla. En este sentido la predicación del evangelio es fruto, pero también el carácter cristiano y las obras de amor, en definitiva, las variadas manifestaciones de amor práctico. Permanecer en Cristo nos lleva no solo a dar fruto, sino a dar mucho fruto. Es tiempo de evaluar cuanto fruto estamos dando en todas las áreas de nuestra vida.

Otra cosa importante es que cuando permanecemos en Cristo lo hacemos en sus palabras, no hay posibilidad de estar en Él y que Su palabra no haga morada en nuestro ser, cobre vida y nos lleve a accionar de acuerdo a ella. Un cristianismo apático a las Escrituras denuncia que no hay permanencia en Cristo. Son como dos caras de la misma moneda, cuando le amamos, su voz nos cautiva, anhelamos escucharle y eso nos lleva a obedecerle. Por eso la consecuencia es que las oraciones son contestadas, ya que nacen de un corazón que no busca lo suyo.

Permanecer en Él nos hace ser perseverantes en el amor, el vínculo perfecto diseñado y ejemplificado por la Trinidad en pleno. Y como viene del mismo Dios no es solo un discurso sino una práctica constante. Permanecer en el amor tiene dos facetas, mantenerse en la revelación de ser amado, no dejar que nada nos mueva de ese lugar, que no haya prueba o tribulación que nos quite la certeza del amor del Padre hacia nosotros y, por otro lado, la permanencia en dar amor en todo momento de maneras prácticas. Dar amor no tiene que ver con emociones, sino con hechos concretos, con dar, cubrir, suplir, consolar, animar, secar lágrimas, alimentar, perdonar…Si estamos permaneciendo en el amor del Padre, eso se transforma en una fuerza que nos impele a amar de la misma manera en que somos amados.

La semana pasada hablábamos de la sinceridad de Jesús y en este capítulo nos advierte que, si estamos en Él, probablemente sufriremos rechazo. Mantenernos en Cristo tiene muchísimos beneficios, pero también tiene algunas contrariedades, sin embargo, aunque en la balanza sea mucho más lo que recibimos, Jesús quiso dejarlo en claro, quiso guardar nuestros corazones y que estemos avisados.

Permanecer en Cristo, en su palabra, en su amor (dándolo y recibiéndolo) nos introduce en su gozo perfecto.

Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa. (NVI 1999)
Hay tanta gente buscando la felicidad, recorriendo caminos equivocados para llegar a ella. Porque no saben este secreto que Jesús nos dejó: permanecer en Él nos da la verdadera dicha.